Elisabeth Bathory
Es uno de los pocos casos en los que se trata de una mujer, que asesinara de una manera tan cruel a cerca de 650 niñas entre 1590 y 1610.
La condesa de Bathory, apodada "La condesa sangrienta", nace en Hungría en 1560 en el seno de una de las más ricas familias húngaras. Si bien pertenecía a la más ilustre y distinguida aristocracia, siendo su primo Primer Ministro de Hungría y su tío Rey de Polonia, también existen antecedentes esotéricos entre los miembros de su familia, como pueden ser un tío adorador de Satán y otros familiares adeptos a la magia negra o la alquimia, entre los que se puede contar a la propia Bathory, ya que desde su infancia había sido influida por las enseñanzas de una nodriza que se dedicaba a las prácticas brujeriles.
Obsesionada con la belleza y la juventud, además de una perversión sádica y sexual, la Condesa Elizabeth Bathory sentía especial atracción por la sangre, y no sólo se contentaba con beberla, habitual en los llamados asesinos vampíricos, sino que se bañaba en ella con el fin de impedir que su piel envejeciese al paso de los años.
A la edad de 14 años, resultado de sus amoríos con un plebeyo, dio a luz a un hijo en la mansión de la Condesa Úrsula Nadasdy su futura suegra. Elizabeth Bathory y el Conde Ferencz Nadasdy "El Héroe Negro" habían estado comprometidos desde la edad de 11.
El matrimonio se llevó a cabo el 8 de mayo de 1575 cuando Elizabeth tenía 15. Se mudaron a un solitario castillo en los Cárpatos. El conde, reclamado en una batalla, deja sola a Elizabeth por un tiempo. Elisabeth aburrida por el continuo aislamiento se fuga para mantener una relación con un joven noble al que las gentes del lugar denominaban "El vampiro" por su extraño aspecto.
Mientras Ferencz estaba en alguna de sus campañas de batalla Elizabeth Bathory empezó a visitar a su tía lesbiana, Karla Bathory, quien le permitía participar en la orgías de la mujer. Fue entonces cuando Elizabeth Bathory se dio cuenta de sus verdaderas ambiciones, infligir dolor a jóvenes damiselas.
En breve regresa de nuevo al castillo y empieza a mantener relaciones lésbicas con dos de sus doncellas. Desde ese momento, y para distraerse de las largas ausencias de su marido, comienza a interesarse sobremanera por el esoterismo, rodeándose de una siniestra corte de brujos, hechiceros y alquimistas. Thorko, un sirviente de su castillo, la instruyó en las artes de la brujería y a la vez la alentaba en sus tendencias sádicas.
Elizabeth Bathory experimentó nuevas depravaciones con la ayuda de Thorko, Ilona Joo, la nana de Elizabeth, las brujas Dorottya Szentes y Darvulia, y el brujo mayor Johannes Ujvary. Con su ayuda Elizabeth Bathory capturaba jóvenes mujeres voluptuosas en su castillo y las llevaba a un cuarto subterráneo, que en realidad era una cámara de tortura, y las sometía a las peores crueldades de las que era capaz. Bajo el pretexto de castigar a sus sirvientas por realizar mal tareas triviales, Elizabeth Bathory usaba hierros de marcado, cera derretida y cuchillos para sangrar a las jóvenes.
En una ocasión cubrió las vestiduras de una joven con miel y la dejó a la merced de furiosos insectos del bosque. Pronto la Condesa empezó a atacar a sus víctimas con sus dientes, mordiéndolas en el cuello, mejillas y hombros. La sangre se convirtió en una obsesión cada vez más grande para Elizabeth Bathory y continuó con sus torturas usando ahora navajas, antorchas y sus propios utensilios de tortura hechos en plata.
Elizabeth Bathory fue una mujer de belleza excepcional, su largo y oscuro cabello contrastaba con la blancura de su piel, sus ojos ámbar tenían la mirada de un gato y su figura era voluptuosa. Era excesivamente vanidosa y su narcisismo la llevó cada vez más a las profundidades de la perversión.
A medida que pasaban los años, la belleza que la caracterizaba se iba degradando, y preocupada por su belleza pidió consejo a la vieja nodriza. Esta le indicó que el poder de la sangre y los sacrificios humanos daban muy buenos resultados y le aconsejó que si se bañaba con sangre de doncella podría conservar su belleza indefinidamente.
Más tarde cuando su marido fallece no tarda en probar los placeres de la bruja.
Un día una joven sirvienta estaba peinando a la Condesa, cuando accidentalmente le dio un tirón. Ésta en un ataque de ira le dio tal bofetada que la sangre de la doncella salpicó su mano. Al mirarse la mano manchada, creyó ver que parecía más suave y blanca que el resto de la piel, así que mandó que cortasen las venas de la sirvienta y que metiesen su sangre en una bañera para que pudiera bañarse en ella. A partir de ese momento, los baños de sangre serían su gran obsesión, hasta el punto de recorrer los Cárpatos en carruaje acompañada por sus doncellas en busca de jóvenes hembras.
Una vez en el castillo, las doncellas eran encadenadas y acuchilladas en los fríos sótanos, bien por un verdugo o por la propia Condesa, mientras se desangraban y llenaban su bañera a través de unas canalizaciones desde la sala de tortura a la bañera.
Una vez dentro de la pila hacía que derramasen la sangre por todo su cuerpo y al cabo de unos minutos, para que el tacto áspero de las toallas no frenase el poder de rejuvenecimiento de la sangre, ordenaba que un grupo de sirvientas elegidas por ella misma lamiesen su piel.
La Condesa Elizabeth Bathory continuó sus prácticas aún después de la muerte de su esposo en 1604, quien murió envenenado, aunque su muerte fue atribuida también a la brujería. Cuando Darvulia murió otra bruja llamada Erzsi Majorova le dijo que las vírgenes deberían ser de cuna noble. Pero aunque Elizabeth torturó a jóvenes nobles y acompañaba sus baños sangrientos con rituales de brujería, Elizabeth nunca recuperó su juventud perdida.
Durante 11 años los campesinos aterrados veían el carruaje negro con el emblema de la Condesa Bathory rastrear el pueblo en busca de jóvenes que desaparecían misteriosamente dentro del castillo.
Los cuerpos sin vida eran sepultados en las inmediaciones del castillo, hasta que finalmente, tan sólo los arrojaban al campo para que las alimañas acabasen con ellos.
Cuando fueron encontrados los cuerpos de las jóvenes desangradas a las afueras del castillo se empezaron a correr rumores de que había vampiros habitando el castillo. Se empezaron a extender rumores por todo el pueblo de que algo raro sucedía en el castillo quejándose ante el propio soberano. Atacar a una familia de poder en esa época era algo difícil pero finalmente envían una tropa de soldados que irrumpen en el castillo.
Al entrar, los soldados encuentran en un cuerpo pálido y desangrado de mujer en el suelo, otro aún con vida pero terriblemente torturada, que había sido pinchada para extraerle la sangre, y otra ya muerta tras ser salvajemente azotada, desangrada y parcialmente quemada. Por más de una década los rituales de vampirismo, mutilación y desangramiento fueron perpetrados en más de 600 doncellas. En los alrededores del castillo, desentierran otros 50 cadáveres.
En los calabozos, se encuentran a gran cantidad de niñas, jóvenes y mujeres con vida a pesar de que algunas tenían señales de haber sido sangradas en numerosas ocasiones.
Una vez liberadas sorprenden a la Condesa y algunos de sus brujos en medio de uno de estos sangrientos rituales. Son detenidos y conducidos a prisión. Los crímenes sádicos de Bathory habían durado aproximadamente 12 años.
Bathory, aún con el privilegio de pertenecer a la nobleza, fue encontrada criminalmente insana y condenada a muerte lenta: la emparedaron en el dormitorio de su castillo, dejándole una pequeña ranura por la cual le daban comida y agua.
Sus sádicos ayudantes fueron juzgados por sus crímenes, acusados de cargos de vampirismo, brujería y practicar rituales paganos. Todos los torturadores fueron decapitados, excepto Ilona Joo y Corottya Szentes, a quienes primero les fueron arrancados los dedos antes de que fueran quemadas vivas. Los documentos del Juicio fueron escondidos en el castillo del Conde Thurzo y permanecieron ahí, aparentemente perdidos, por al menos cien años.
Murió a los cuatro años de permanecer en ese emparedamiento el 14 de Agosto de 1614 con 54 años, una cadavérica Elizabeth Bathory, sin intentar comunicarse con nadie ni pronunciar palabra. Fue una especie de suicidio, de repente dejó de tocar la comida.
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