Enriqueta Martí i Ripollés



Conocida popularmente como "La vampira de la calle de Poniente", "La vampira del Raval" o "La vampira de Barcelona", Enriqueta Martí i Ripollés nació en San Feliu de Llobregat el 2 de febrero de 1871. Se considera la primera mujer asesina en serie española, secuestradora y proxeneta de niños.

De muy joven, Enriqueta se traslada desde Sant Feliu a Barcelona, donde trabajará como niñera, pero pronto comienza a ejercer la prostitución.
Enriqueta llevaba una doble vida: durante el día, mendigaba y pedía en casas de caridad, conventos y parroquias, vistiendo harapos y llevando en ocasiones niños de la mano que hacía pasar por sus hijos. Posteriormente, los prostituía o los asesinaba. Sin embargo, no tenía ninguna necesidad de mendigar, ya que su doble trabajo como proxeneta y prostituta le daban suficiente dinero para vivir sin problemas. De noche se vestía con ropas lujosas, sombreros y pelucas, y se hacía ver en el Teatro del Liceo, el Casino de la Arrabassada y otros lugares donde acudía la clase acomodada de Barcelona. Es probable que en estos lugares ofreciera sus servicios como proxeneta especializada en niños.

En 1909 fue detenida en su piso de la calle Minerva de Barcelona acusada de regentar un burdel donde se ofrecían servicios sexuales de niños de entre 3 y 14 años. Junto a ella, fue detenido un joven de una familia de alta posición social. Gracias a sus contactos con altas personalidades barcelonesas, Enriqueta nunca tuvo un juicio por el asunto del burdel y el proceso se perdió en el olvido judicial y burocrático.

También ejercía la profesión de curandera. Los productos que utilizaba para fabricar sus remedios estaban compuestos por restos humanos de los niños que mataba, que llegaban incluso a ser desde niños de pecho hasta de 9 años. De esos niños lo aprovechaba casi todo, la grasa, la sangre, los cabellos o los huesos, que normalmente transformaba en polvo; por esta razón no tenía problemas para deshacerse de los cuerpos de sus víctimas. Enriqueta ofrecía sus ungüentos, pomadas, filtros, cataplasmas y pociones, especialmente para curar la tuberculosis, tan temida en aquella época, y todo tipo de enfermedades que no tenían cura en la medicina tradicional. Gente de clase alta pagaba grandes sumas de dinero por estos remedios.

El 10 de febrero de 1912 secuestró a Teresita Guitart Congost, con una gran indignación en la población ya que se demostraba que el temor de la población por los secuestros infantiles era fundado y que las autoridades habían sido extremadamente pasivas con este tema.
Sería una vecina, Claudia Elías, la que pondría a la policía tras la pista de Enriqueta Martí. El 17 de febrero vio a una niña con el cabello rapado mirando desde un ventanal del patio interior de su escalera. El piso era el entresuelo del número 29 de la Calle de Poniente (hoy Joaquim Costa) en el barrio del Raval, y la vecina jamás había visto a Enriqueta acompañada de esa niña.
El 27 de febrero, con la excusa de una denuncia por tenencia de gallinas en el piso, la policía irrumpió en su domicilio. Cuando entraron los policías, encontraron dos niñas en el piso, una de ellas Teresita Guitard Congost y la otra niña que se identificó a sí misma como Angelita, hija de Enriqueta y Juan Pujaló, cosa que más tarde sería puesta en duda.
El marido de Enriqueta se personó ante el juez por voluntad propia para saber sobre la detención de su esposa y declaró que hacía 5 años que no vivía con ella, que no había tenido hijos y que no sabía de dónde había salido la pequeña Angelita.
Pujaló además declaró que Enriqueta ya le había mentido en el pasado con un falso embarazo y un falso parto. Un examen médico corroboró que Enriqueta no había parido nunca. Al final Enriqueta confesó que cuando había asistido a su cuñada María Pujaló, le había mentido haciéndole creer que la criatura había muerto al nacer para quedarse con ella.
La declaración de la niña Angelita fue terrorífica. Antes de la llegada de Teresita a casa había otro niño, de cinco años, llamado Pepito. Angelita declaró haber visto cómo Enriqueta lo había matado en la mesa de la cocina.

En el momento de su última detención se encontraron en su piso del barrio del Raval un saco con ropa de niña llena de sangre y un cuchillo para deshuesar también lleno de sangre, y en diferentes pisos de Barcelona donde había vivido, como en la calle Tallers, Picalqués, y una casita en la calle Juegos Florales, en Sants, los huesos de un total de doce niños. Los forenses tuvieron mucho trabajo, ya que quedaban pocos restos para examinar. También apareció un cuaderno con un listado de personalidades eminentes de la ciudad, algo que sembró el pánico entre la alta sociedad.

Enriqueta fue encarcelada, en espera de juicio, en la prisión Reina Amalia de Barcelona. Intentó suicidarse cortándose las venas con un cuchillo de madera, cosa que hizo estallar la indignación popular, porque la gente quería que Enriqueta llegase a juicio y fuese ajusticiada en el garrote vil, sin embargo, nunca llegó a juicio por sus crímenes. Un año y tres meses después de su detención, en la madrugada del 12 de mayo de 1913, falleció por un cáncer de útero, estando el proceso en su contra aún en fase de instrucción.

Sin bien a pesar de la tradición popular, investigaciones actuales ponen en duda la supuesta criminalidad de Enriqueta y aseguran que en realidad era una persona con trastornos mentales de la que solo se puede probar fehacientemente el secuestro de una niña, Teresita Guitart, un acto que ejecutó debido a la muerte de su propio hijo por desnutrición a los 10 meses de vida. Pero la suya no era una mente analítica ni criminal.
Para el escritor Jordi Corominas, todo sería parte de una leyenda negra infundada para tapar casos de escándalos sexuales a menores realizados por las clases altas de la sociedad y el rapto de niños con fines medicinales que aquejaban a las clases altas de la época.


Tags: #Enriqueta #Martí


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