Jane Weber
Conocida como "La estranguladora de niños" y "La ogresa de La Goutte d'Or", nació el 7 de octubre de 1874 en Keritry, Francia, en una familia humilde de pescadores.
Se marchó con 24 años a París y allí se casó con Marcel Weber, un hombre alcohólico, casi vagabundo y entrampado. Mientras que Jeanne ganaba algunos francos como cuidadora de los niños de la vecindad, su marido se los gastaba bebiendo y en el juego.
Tuvieron tres hijos de aspecto saludable, de los cuales 2 de ellos murieron muy pronto por causas desconocidas. Se pensó en meningitis o bronquitis, pero a nadie se le escapó las marcas rojas en el cuello de los bebés. Jane estaba muy alterada, casi histérica.
Al poco, el 2 de marzo, las hijas de su cuñado, Pierre Weber, Georgette de 18 meses y Suzanne de 3 años, también fallecen en extrañas circunstancias. Al volver la cuñada de Jane de la compra se encontró a Jane arrodillada en el suelo llorando angustiosamente, al borde de la extenuación, y en la cuna aquel niño con las fatídicas marcas rojas. Nadie sospechó de Jane. Los médicos no supieron acertar con el diagnóstico de la enfermedad que se llevó a los pequeños, y siguió trabajando como niñera en el barrio de Montparnasse.
Se empezó a pensar en una epidemia y ese temor se acrecentó cuando el 25 de marzo del año siguiente Germaine Lèon de apenas 7 meses fallece con unas extrañas marcas en el cuello (como todos los anteriores). Para mayor desgracia de la familia Lèon, el hermano de Germaine, Marcel, el hijo superviviente de Jane, también aparece muerto poco después, también moría con las mismas marcas.
Pero el 5 de abril su cuñada le confía la custodia de su hijo pequeño Maurice, de tan solo 10 meses de edad mientras ella se tiene que ir a comprar. Cuando vuelve, contempla como su hijo se debate entre la vida y la muerte entre las manos de la estranguladora Jeanne. Gracias a la intervención de los doctores, el bebé se salva y Jeanne es denunciada. El suceso corrió como la espuma y tan solo la intervención policial impide que muriera linchada por el tumulto.
En Enero de 1906 fue juzgada pero la suerte se alió con Jane. Un prestigioso psiquiatra la defendió ante los tribunales y Jane fue absuelta.
Sola, abandonada por su marido y con una estela de muerte y calamidad por donde ella pasaba, Weber abandona París y se traslada a Villedieu, en la región de Indre, donde es acogida por Monsieur Bavouzet como ama de llaves.
Pero el 16 de abril de 1907, Auguste, el hijo de 9 años, aparece muerto con esas curiosas marcas en el cuello. La séptima víctima de Jane Weber.
El médico de la localidad vecina de Châteauroux concluyó que había sido estrangulamiento. Esto desató la ira de la población, que empezó a conocer el pasado de Jeanne Weber. Pero las autoridades parisinas piden una segunda autopsia, concluyendo que la muerte del pequeño se había debido a unas extrañas fiebres. Este dictamen libra por segunda vez a Jeanne de la cárcel y de la pena de muerte.
Empezó a creerse que en la casa que visitaba Jane caía el infortunio y nadie quiso contratarla. Pero otro hombre de la sociedad francesa, un director general de la protección del menor, se apiadó de Jane.
Fue contratada para hacerse cargo de un orfanato y la pillaron in fraganti estrangulando a un niño de 6 años. Ya no cabía duda, Jane estaba desquiciada, sufriendo brotes psicóticos. Pero otra vez más la suerte se alió con Jane, el doctor, avergonzado por el suceso, decide despedirla sin denunciar el hecho.
Jane cayó en desgracia y se tuvo que hacer prostituta, alojándose en una pensión. Es el año 1907 y Jane cuenta con 32 años. Una noche Jane entró en la habitación donde dormía el niño de la patrona de la pensión, Marcel Poirot, de doce años, y sin pensarlo dos veces lo estranguló. La patrona entró y se encontró a Jane ensangrentada, porque el niño había vomitado sangre.
Jane quedó aterrorizada con el pelo revuelto y llena de sangre. Ya no había ninguna duda. Jane estaba loca, desquiciada, era una demente.
Jane no fue condenada a la cárcel, ni siquiera fue juzgada. Se limitaron a recluirla en una institución mental de Nueva Caledonia. Allí pasó sus dos últimos años de agonía, en el ambiente infernal de un psiquiátrico de principios de siglo.
Murió en 1909 en un arrebato de miedo, estrangulándose así misma.
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